No soy nadie.
Desde hace ya años vengo perteneciendo a ese grupo de personas que no depende de sí mismas. Esto puede resultar contradictorio; se supone que a medida que avanzas y creces en edad también vas avanzando y creciendo en libertad paulatinamente. En mi caso, esto no ha sido asi.
Sé que durante mucho tiempo no he sido todo lo correcta que debí serlo, pero ahora que empiezo a comportarme según los criterios y los ideales del mundo alrededor no sé si soy un poco más feliz o un poco más miserable que antes. Las locuras me han llevado hasta extremos innombrables; soy una persona normal, pero quizás demasiado insostenible.
He sido una de las personas que más daño me he hecho. ¿Que como puede ser eso? Pues llevando a cabo historias que no tendrían que estar en mi cuento, entre mis páginas. Y, sin embargo, aquí estoy hoy, hablando sobre ello.
Una vez que la tinta ha penetrado en mis sensibles hojas, ya no hay marcha atrás; no hay tiempo para arrepentirse, lo pasado pasado está y ahí ha quedado, bien como un bonito recuerdo o como un mal momento. Pero ¡qué más da! Yo no me identifico con ninguno de los dos tipos de recuerdos. Nunca me he arrepentido de lo que he hecho; al contrario; podré irme al infierno por todos los pecados que he cometido, pero ellos me han hecho tan feliz que volvería a cometerlos una y otra vez aunque me condenasen al fuego eterno.
Esto todavía no es un recuerdo, qué más quisiera yo que lo fuese (o no); es una realidad. Es mi realidad.
A veces,ni uno mismo se da cuenta de lo que está pasando en su propio interior; yo no me he querido dar cuenta de lo que estaba naciendo. O de lo que ya había nacido sin oportunidades para salir al exterior.
He tenido tantos tantos buenos momentos... Que ahora que he decidido renunciar a lo que hoy por hoy era una parte muy importante en mi vida me siento un poco vacía porque me está faltando algo. Pero la frustración no podia continuar invadiendo mi memoria. Tuve que poner punto y final a un bonito cuento de hadas. A una telenovela. Sin capítulos. Sin capítulos para mi. Solo fue un sueño en el que yo misma me he pellizcado para salir de la irrealidad en la que estaba sumergida. Todo cambió. Cambió y se llevó algo que era lo que más deseaba en el mundo, aunque siempre había sido consciente de lo que ello suponía, de que desde el principio solo había sido un juego tonto que se acabó convirtiendo en algo mucho más serio; sin ilusiones de cambios, sabía a que me estaba sometiendo, el riesgo que corría, y lo peor: que nunca estaría yo sola.
Me empecé a dar cuenta de las miradas, de las caricias, de los abrazos, de las sonrisas... Empecé a ver planes, proyectos... Y la frustración creció porque algo que era mío se me estaba iendo de las manos poco a poco, al igual que la situación. Me di cuenta que Caperucita Roja me importaba más de lo que debía importarme. Y salió mi lobo y se la comió. Se comió a Caperucita Roja.Pero no vino ningún cazador a salvarla; se fue, se fue entre el viento y entre las palabras. Se fue para no ver dolor. Se fue para olvidar. Se fue porque no pintaba nada en este cuento. Porque este cuento tiene un aforo limitado; y el cupo ya está lleno.
viernes, 18 de julio de 2008
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